viernes, 17 de julio de 2015

El holocausto de la bomba nuclear

El 6 de agosto de 1945, la ciudad japonesa de Hiroshima, situada en Honshu, la isla principal del Japón, sufrió la devastación, hasta entonces desconocida, de un ataque nuclear. Ese día, cerca de las siete de la mañana, los japoneses detectaron la presencia de aeronaves estadunidenses dirigiéndose al sur del archipiélago; una hora más tarde, los radares de Hiroshima revelaron la cercanía de tres aviones enemigos. Las autoridades militares se tranquilizaron: tan pocos aviones no podrían llevar a cabo un ataque aéreo masivo. Como medida precautoria, las alarmas y radios de Hiroshima emitieron una señal de alerta para que la población se dirigiera a los refugios antiaéreos.
A las 8:15, el bombardero B-29, “Enola Gay”, al mando del piloto Paul W. Tibblets, lanzó sobre Hiroshima a little boy, nombre en clave de la bomba de uranio. Un ruido ensordecedor marcó el instante de la explosión, seguido de un resplandor que iluminó el cielo. En minutos, una columna de humo color gris-


morado con un corazón de fuego (a una temperatura aproximada de 4000º C) se convirtió en un gigantesco “hongo atómico” de poco más de un kilómetro de altura. Uno de los tripulantes de “Enola Gay” describió la visión que tuvo de ese momento, acerca del lugar que acaban de bombardear: “parecía como si la lava cubriera toda la ciudad”.

Después de la explosión sobre Hiroshima, los norteamericanos esperaban la rendición inmediata de Japón. Pero esto no sucedió. El alto mando japonés dio por hecho que los Estados Unidos sólo tenían una bomba atómica y, ya que el daño estaba hecho, se mantuvieron en armas. Sin embargo, esta actitud de los japoneses fue prevista por los estadunidenses y, para demostrar que tenían más bombas y de mayor fuerza destructiva, arrojaron una segunda bomba.

El 9 de agosto, a las 11:02 de la mañana, el espectáculo de la aniquilación nuclear se repitió en Nagasaki, situada en una de las islas menores de Japón llamada Kyushu. El bombardero B-29, “Bock’s Car”, lanzó sobre esa ciudad industrial a fat boy, una bomba de plutonio, con la capacidad de liberar el doble de energía que la bomba de uranio.
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Cinco días después, los japoneses se rindieron incondicionalmente ante las fuerzas aliadas. Con ello, la Segunda Guerra Mundial, que empezó en 1939, se dio por terminada.

El fuego se apoderó de las ciudades, especialmente de Hiroshima, donde se formó una “tormenta de fuego” con vientos de hasta 60 kilómetros por hora. Había incendios por todos lados. En  agosto de 1945 Hiroshima tenía unos 200.000 habitantes. En los primeros dos minutos después de la explosión de la bomba murieron alrededor de 60.000 personas y unas 100.000 quedaron heridas. Las tejas de barro de las casas se derritieron y la gran mayoría de las residencias de madera ardieron en llamas. Los sistemas telefónicos y eléctricos quedaron prácticamente arruinados. Se calcula que en Hiroshima desaparecieron cerca de 20 mil edificios y casas, y en Nagasaki quedó destruida el 40% de la ciudad.

Harry Truman fue el presidente norteamericano que tomó la decisión de lanzar la bomba atómica sobre Japón. Tanto Truman como el aparato militar y gubernamental alegaron que el uso de la bomba atómica ayudó a salvar miles de vidas, mismas que se hubieran perdido si la guerra hubiera continuado durante más tiempo, ya que, la forma de pelea de los japoneses se vinculava con al honor y la manera de mantenerlo era no rendirse. Otro argumento fue que los alemanes estaban desarrollando una bomba atómica que hubiera sido usada contra los aliados, si éstos no se hubieran adelantado a usarla en contra de Japón. También dijeron que las bombas atacaron exclusivamente blancos militares, dado que Nagasaki era una ciudad industrial donde había una acerera y una fábrica de torpedos.

Como consecuencia de las explosiones de agosto de 1945 comenzó una nueva etapa de la historia de la humanidad: la del peligro nuclear. A partir de aquel momento, el desarrollo de la tecnología nuclear sofisticó la industria de armamento hasta el punto de que la capacidad destructora superó, con mucho, los efectos de las primeras bombas atómicas. Además, el deseo de controlar el armamento atómico y  de superar el potencial de los adversarios llevó a una carrera de armamentos prácticamente imparable hasta estos momentos.

El resultado de esta carrera fue un aumento brutal del armamento atómico, de manera que, a comienzos de la década de 1980, los arsenales nucleares estaban valorados en 16000 megalones, es decir, 4 toneladas de TNT por habitante del planeta. Estas cifras hicieron que numerosos sectores sociales tomaran conciencia de los peligros que suponía la existencia de unos arsenales atómicos con capacidad para destruir el planeta. Es en Europa donde los movimientos pacifistas y antinucleares alcanzaron una resonancia mayor, ya que era en este continente donde se concentraba la mayor parte de las reservas de armamento nuclear y donde el peligro de una guerra atómica localizada se veía con más temor. Es evidente que en los últimos años la conciencia ciudadana a favor de una limitación y de un control de este tipo de armamento ha aumentado notablemente. Este hecho y el final de la Guerra Fría, después de la caída del comunismo en Europa Oriental y en la extinguida URSS, abren unos horizontes más optimistas, aunque existen potenciales nucleares importantes.

De 1945 a la fecha ha habido varios intentos para conseguir la erradicación de armas nucleares pero hasta la fecha no hay un acuerdo de desarme que haya sido suscrito por todas las potencias nucleares. En 1996 se elaboró un Tratado que prohibía las pruebas nucleares, fue firmado por casi todas las naciones, excepto por India y Pakistán. Hay quienes piensan que un desarme nuclear generalizado es imposible, por razones de “seguridad nacional” y estrategia política de cada país. Sin embargo, se cree que si las naciones con armamento nuclear ponen sus arsenales bajo estricta vigilancia internacional, en sitios dispersos, estas medidas pueden salvaguardar al mundo de una catástrofe bélica nuclear. La conmemoración de los terribles sucesos ocurridos en Hiroshima y Nagasaki en 1945 nos recuerda los extremos de destrucción a los que puede llegar el ser humano si la comunidad internacional no pone un límite al uso militar de la energía nuclear.


Fuentes: video visto en clase, cuaderno, http://www.escalofrio.com/

2 comentarios:

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