El holocausto de la bomba nuclear
A
las 8:15, el bombardero B-29, “Enola Gay”, al mando del piloto Paul W.
Tibblets, lanzó sobre Hiroshima a little boy, nombre en clave de la bomba de
uranio. Un ruido ensordecedor marcó el instante de la explosión, seguido de un
resplandor que iluminó el cielo. En minutos, una columna de humo color
gris-
morado con un corazón de fuego (a una temperatura aproximada de 4000º C) se convirtió en un gigantesco “hongo atómico” de poco más de un kilómetro de altura. Uno de los tripulantes de “Enola Gay” describió la visión que tuvo de ese momento, acerca del lugar que acaban de bombardear: “parecía como si la lava cubriera toda la ciudad”.
Después de la explosión sobre
Hiroshima, los norteamericanos esperaban la rendición inmediata de Japón. Pero
esto no sucedió. El alto mando japonés dio por hecho que los Estados Unidos
sólo tenían una bomba atómica y, ya que el daño estaba hecho, se mantuvieron en
armas. Sin embargo, esta actitud de los japoneses fue prevista por los
estadunidenses y, para demostrar que tenían más bombas y de mayor fuerza
destructiva, arrojaron una segunda bomba.
El 9 de agosto, a las 11:02 de la
mañana, el espectáculo de la aniquilación nuclear se repitió en Nagasaki,
situada en una de las islas menores de Japón llamada Kyushu. El bombardero
B-29, “Bock’s Car”, lanzó sobre esa ciudad industrial a fat boy, una bomba de
plutonio, con la capacidad de liberar el doble de energía que la bomba de
uranio.
Cinco días después, los japoneses
se rindieron incondicionalmente ante las fuerzas aliadas. Con ello, la Segunda
Guerra Mundial, que empezó en 1939, se dio por terminada.
El
fuego se apoderó de las ciudades, especialmente de Hiroshima, donde se formó
una “tormenta de fuego” con vientos de hasta 60 kilómetros por hora. Había
incendios por todos lados. En agosto de
1945 Hiroshima tenía unos 200.000 habitantes. En los primeros dos minutos después
de la explosión de la bomba murieron alrededor de 60.000 personas y unas
100.000 quedaron heridas. Las tejas de barro de las casas se derritieron y la
gran mayoría de las residencias de madera ardieron en llamas. Los sistemas
telefónicos y eléctricos quedaron prácticamente arruinados. Se calcula que en
Hiroshima desaparecieron cerca de 20 mil edificios y casas, y en Nagasaki quedó
destruida el 40% de la ciudad.
Harry Truman fue el presidente norteamericano que tomó la
decisión de lanzar la bomba atómica sobre Japón. Tanto Truman como el aparato
militar y gubernamental alegaron que el uso de la bomba atómica ayudó a salvar
miles de vidas, mismas que se hubieran perdido si la guerra hubiera continuado
durante más tiempo, ya que, la forma de pelea de los japoneses se vinculava con
al honor y la manera de mantenerlo era no rendirse. Otro argumento fue que los
alemanes estaban desarrollando una bomba atómica que hubiera sido usada contra
los aliados, si éstos no se hubieran adelantado a usarla en contra de Japón.
También dijeron que las bombas atacaron exclusivamente blancos militares, dado
que Nagasaki era una ciudad industrial donde había una acerera y una fábrica de
torpedos.
Como consecuencia de las
explosiones de agosto de 1945 comenzó una nueva etapa de la historia de la
humanidad: la del peligro nuclear. A partir de aquel momento, el desarrollo de
la tecnología nuclear sofisticó la industria de armamento hasta el punto de que
la capacidad destructora superó, con mucho, los efectos de las primeras bombas
atómicas. Además, el deseo de controlar el armamento atómico y de superar el potencial de los adversarios
llevó a una carrera de armamentos prácticamente imparable hasta estos momentos.
De 1945 a la fecha ha habido varios
intentos para conseguir la erradicación de armas nucleares pero hasta la fecha
no hay un acuerdo de desarme que haya sido suscrito por todas las potencias
nucleares. En 1996 se elaboró un Tratado que prohibía las pruebas nucleares,
fue firmado por casi todas las naciones, excepto por India y Pakistán. Hay
quienes piensan que un desarme nuclear generalizado es imposible, por razones
de “seguridad nacional” y estrategia política de cada país. Sin embargo, se
cree que si las naciones con armamento nuclear ponen sus arsenales bajo
estricta vigilancia internacional, en sitios dispersos, estas medidas pueden salvaguardar
al mundo de una catástrofe bélica nuclear. La conmemoración de los terribles
sucesos ocurridos en Hiroshima y Nagasaki en 1945 nos recuerda los extremos de
destrucción a los que puede llegar el ser humano si la comunidad internacional
no pone un límite al uso militar de la energía nuclear.
Fuentes: video visto en clase,
cuaderno, http://www.escalofrio.com/
Muy buen trabajo 10
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